lunes, 4 de agosto de 2008

Apología al faltazo

Cansada, con los ojos pegados, demolida de cansancio y con la sensación de que mi cuerpo, y mi mente, necesitaban más horas de sueño, me iba preparando para despertarme aunque deseaba fervientemente quedarme 5 minutos más, al menos, en la cama“¡Ring!”, “noooo, cinco más please”. “¡Ring!”, “cinco minutos más. Si total no voy a llegar tarde por 5 miserables minutos más”…

Engaño, dificilmente eso pudiese haber sido cierto así que me levanté a las 5 y media de la mañana, no sin tiritar y blasfemar en 5 idiomas por tener que salir de la cama con semejante frío, y empecé con la rutina.


Una vez que tomé la gran decisión de deshacerme de la almohada, bajé a la cocina y mientras me hacía el desayuno miraba TN ¡Por dios!: cuatro grados de sensación térmica. Pero ¡por Dios! Que horror. Si hasta ese entonces tenía frío cuando me enteré la temperatura, me congelé.


Y encima, el señor de la tele no paraba de repetir la sensación térmica al tiempo que se horrorizaba y resaltaba que era un día para quedarse en la cama. Como si a mí ya no se me hubiese pasado por la mente. Y para colmo, viernes.


Y por supuesto, la imagen de la cama calentita se me vino a la cabeza instantáneamente.“Mmm, cama, calor, caloventor, dormirrrr”, me murmuraba la parte oscura de mi ser al oído. Mientras, mi lado obsesivo y responsable me gritaba: “tenés que ir a trabajar, apurate”.


Pero casi por primera vez en mi vida la tentación estaba ganando la batalla. O al menos, eso me parecía. Deseo que nunca cumplí. Porque odio ser responsable.

Ya en el colectivo, helada, después de haberlo esperado largo rato, la imagen de la gente toda con las capuchas de sus camperas puestas y abrigados hasta la médula me hizo odiar más aún mi responsabilidad.


Como para completar el cuadro, el locutor de la radio que escuchaba el señor chofer de la combi, que me tomé después del colectivo, no paraba de repetir la temperatura cada cinco minutos ¡¡¡Ya entendí que hace frío ¡!!!


Lo que es más, seguido a la información del clima espetó un “aquel que no tenga nada más importante que trabajar o estudiar que se quede en la cama” despertando a mi lado oscuro nuevamente. De todos modos, ya era tarde para tomarme esa licencia. Ya estaba a 20 minutos de mi trabajo.

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